BELLEZA, ARTE Y EXPERIENCIA ESTÉTICA EN EL PARTENÓN DE ATENAS
Inauguro mi participación en este foro de filosofía con un pequeño trabajo realizado durante el curso 2011-2012 para la asignatura de Estética I de los cursos de Licenciatura en Filosofía de la UPV. El trabajo es una reflexión -pienso que filosófica- sobre la belleza. ¿Qué es lo que hace que una cosa sea bella? ¿Puede "objetivizarse" la belleza? ¿Pueden "objetivizarse" los elementos que hacen que un objeto sea bello? ¿O la belleza es algo sólo subjetivo, lo que para unos es bello para otros no lo es y sobre gustos nada podemos "objetivizar"? El "caso" del que nos hemos servido para la reflexión es el del Partenón de Atenas. Podrían haber sido otros muchos "casos".
Efectivamente de todo ello hay que hablar. Se trata, ante
todo, de un pequeño placer por repetir lo ya conocido.
Pero algo más también conviene intentar. Tras escuchar un
curso de Estética y realizar algunas lecturas recomendadas sobre el pensamiento
de Grecia, la “re”-visión del Partenón puede resultar una escusa adecuada para
reflexionar sobre algunos de los temas que este edificio nos sugiere: el
concepto de belleza y de arte, la experiencia estética y la importancia histórica
de la religión y la política en la arquitectura.
1.
LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTENÓN. ALGUNOS DATOS DE
PARTIDA
El Partenón se construye entre los años 447 y 432 antes
de Cristo. Son años de relativa tranquilidad para la ciudad de Atenas, que por
fin ha visto la victoria sobre el principal enemigo de Grecia, los persas[1],
y ha podido establecer un régimen de gobierno, la democracia, en el que todos
los ciudadanos pueden sentirse iguales para defender sus ideas y decidir sobre
las leyes y los poderes que las harán cumplir[2].
La ciudad de Atenas vive un momento histórico sin
precedentes y reúne a importantes personajes de la filosofía[3],
la literatura[4],
la historiografía[5] y
la política[6] como
pocas veces reúne la historia.
La ciudad de Atenas decide en estas circunstancias reconstruir
la Acrópolis[7],
destruida años antes -por los persas-, y erigir, en concreto, una gran estatua
a la diosa titular de la ciudad, Atenea, para la que levantará un gran templo,
el nuevo Partenón.
Con la estatua de Atenea, y el nuevo Partenón que la
albergará, Atenas quiere olvidar para siempre los desastres sufridos y afirmar
su poder emergente. La ejecución de la estatua y edificio se encomienda por la
ciudad a los mejores “profesionales” del momento[8].
La estatua que Fidias propone a la asamblea será de 12
metros de altura, recubierta de oro y marfil[9].
El templo se construirá al modo de otros muchos templos de Grecia, pero a los
que Fidias se propone superar, por su monumentalidad y su “ornamentación”[10].
Atenas aprueba encantada el proyecto y no escatima medios.
Las obras duran sólo nueve años y se inauguran el 438, con ocasión de las
fiestas panateneas de aquel año, aunque la ornamentación escultórica no se
ultimará hasta el 432[11],
justo cuando nuevas guerras, esta vez entre griegos, asolarán de nuevo Atenas[12].
El Partenón, sin embargo, ahí queda desde entonces; como uno,
si no el más emblemático, de los edificios de la arquitectura de todos los
tiempos. ¿Qué tiene el Partenón? ¿Cuál es el mérito, cuál es la “filosofía” del
Partenón? A ello dedicaremos las reflexiones que siguen.
2.
LA “INTENCIÓN” DEL PARTENÓN
2.1. EL
PARTENÓN, UN EDIFICIO RELIGIOSO
El Partenón es, ante todo, un edificio religioso, un
edificio sagrado dedicado a una diosa, la diosa Atenea.
Los dioses griegos no son tan “trascendentes” como los
dioses de las religiones monoteístas. Están bastante más cerca de los humanos. Son
de escala casi humana. Tienen odios y pasiones. A veces se enfadan y luchan entre
sí; otras aman, con delirio y hasta con lujuria. No siempre son buenos ni
justos. Pero lo que son es inmortales y muy poderosos. Conviene tenerlos
contentos, no irritarlos, y, sobre todo, granjearse su favor.
Atenea es la diosa de Atenas. Es la diosa de la guerra, pero
de la guerra inteligente, y, por tanto, de la sabiduría y de la paz[13].
Los atenienses han sufrido mucho en los últimos años y quieren tenerla
contenta, asegurarse su apoyo y protección. Para ello nada mejor que
construirle la mejor estatua y el mejor santuario; de Grecia y del mundo.
Los atenienses, desde luego, tienen fe en el poder de
Atenea, en su capacidad de ayudar a Atenas. Todavía el mito (“mytos”) tiene más
fuerza que la razón (“logos”) y la descreencia de los sofistas y filósofos no
ha llegado aún a la población[14].
Pero, en todo caso, es que además los griegos tienen todo –su calendario, su
vida…- organizado en torno a las fiestas de los dioses[15].
En Atenas son famosas las fiestas dionisíacas, con las competiciones literarias
y deportivas que las acompañan. Pero la mayor fiesta es la de Atenea, sobre todo
la que se celebra cada cuatro años, las “Panateneas” [16].
Atenas no puede tener el templo de Atenea en ruinas. Sería su vergüenza… y su ruina.
E irritaría a la diosa.
El peculiar sentido religioso del templo explica toda su
concepción “arquitectónica”. La fiesta y el rito se celebran en la calle. Los
bailes, los sacrificios rituales se celebran en la calle, en el exterior. En
Atenas hace buen tiempo. El rito no necesita de un recinto amplio, cerrado y
cubierto. El edificio trata sólo de proteger, de “cubrir” la estatua de Atenea,
de “envolverla”. No crea un espacio interior, no necesita un espacio interior.
Se trata sólo de un pequeño santuario, escaso[17],
casi impenetrable, reservado a la diosa y al tesoro de la diosa, en el que
basta con que puedan entrar las sacerdotisas, las vírgenes de Atenea (“pártenos”) [18].
El edificio marca sólo el lugar del más
allá, del misterio, de lo
sagrado. Todo su interés expresivo está en el exterior (columnas,
frontones, metopas…) y en el espacio que nos introduce en el misterio, el
peristilo (las paredes y el friso de la cella).
Su función es casi meramente escultórica, establecer el “hito”, el mojón de referencia de la celebración.
2.2. LA
INTENCIÓN POLÍTICA DEL PARTENÓN
El Partenón es un edificio religioso. Pero su intención es,
sobre todo, política. Es un edificio político, de la “polis” y para la “polis”.
Atenas busca el prestigio de la ciudad y sabe que el prestigio de la ciudad
pasa –necesariamente- por reconstruir la Acrópolis (borrar cuanto antes el
desprestigio de su ruina) y “monumentalizarla”.
La monumentalización ha sido siempre un importante
recurso de la política[19]. La
existencia de un edificio monumental, emblemático, simbólico, representativo, “único”, da siempre prestigio.
La monumentalización de Atenas y, en particular, de la
Acrópolis, pasa necesariamente por monumentalizar el nuevo templo de Atenea, su
diosa protectora. El Partenón debe ser el principal icono de Atenas. Y para
ello Atenas no mirará en gastos[20].
El Partenón se concibe así como un edificio monumental,
como un monumento arquitectónico que por su posición prominente, dominando la
ciudad desde la Acrópolis, su grandiosidad[21]
–y “monumentalidad”-, debe superar a todos los monumentos hasta entonces
conocidos.
En todo ello resulta de la mayor importancia también la
ornamentación del nuevo templo. Una ornamentación del monumento que monumentaliza
el edificio y que nos habla, en el exterior, en las fachadas, de la Grecia
victoriosa y de Atenas victoriosa[22].
Y en el espacio abierto interior, recorriendo el peristilo, de la procesión
ritual de las panateneas, de la unidad, de la comunión de los atenienses y de
la complacencia que todo ello causa a los doce dioses del Olimpo.
El nuevo Partenón prestigia –y adula- a Atenea, lo que va a mantener y acrecentar la fe en que la
diosa de la ciudad es la más grande y garantizará la seguridad y prosperidad de
la ciudad. Lo que va a permitir recuperar la alegría y el prestigio de las
fiestas panateneas, que, por otra parte, tanta fama dan a la ciudad.
A nadie se ocultará que todo ello tiene una importancia
política inmensa. El prestigio del monumento es fundamental para la
satisfacción de los propios atenienses. El monumento “eleva la moral” y aporta
cohesión social, confianza en el futuro. Es el símbolo del éxito de la ciudad. Pero
también de los atenienses. Los atenienses se identifican con su exitosa ciudad
y se sienten satisfechos y orgullosos de ser atenienses.
El prestigio del monumento es, sobre todo, fundamental
para la legitimación de la política, del poder político (la “arkhé”). El
monumento sitúa lo público por encima de lo individual, de lo privado. Cada uno
tendrá lo que tenga, será rico o pobre. Pero aquello, tan magnífico, es también
suyo, es de todos, es de la ciudad, es público.
Por otra parte, si la construcción ha sido posible, ha
sido gracias a la buena gestión de lo público, debido a la gestión política. Y
ello legitima a la democracia, al sistema político que en este momento tiene
Atenas… Y, por supuesto, a los políticos que administran lo público[23].
Pero el alcance del monumento va más allá. Los forasteros
que habitan o visitan la ciudad también perciben el monumento como signo del
éxito y el poder de la ciudad. Y lo cuentan cuando regresan a sus tierras. El
monumento da fama a la ciudad. Da prestigio “cultural” a la ciudad. Y ello
ayuda sin duda de forma destacada a mantener el poder de la ciudad fuera de sus
fronteras. Atenas, que aspira a liderar Grecia, sabe que el nuevo Partenón le
legitima, más allá de las armas, en sus deseos y ambiciones.
3.
LA “ESTÉTICA” DEL PARTENÓN
Para que el monumento produzca los efectos señalados,
para que el monumento cumpla con su intención política, el monumento tiene que
reunir determinadas cualidades, tiene que estar bien hecho, gustar, producir
admiración. Es lo que tenemos que analizar ahora, bajo este epígrafe de la “estética”
del Partenón.
Estar bien hecho, gustar, producir admiración. ¿Podemos
concretar qué es lo que hace o puede hacer que el Partenón reúna estas
condiciones?
Creo que los que concibieron –y aprobaron el proyecto- del
nuevo Partenón tenían una idea bastante clara de cómo hacerlo. El edificio,
para ser aceptado, debía, en primer lugar, enlazar correctamente con la “tradición”.
No podía salirse de determinados cánones que la gente conocía y exigiría para
dar su visto bueno a la obra.
Primero; el edificio debía ser reconocible como “templo”.
Grecia tenía toda una tradición para expresar arquitectónicamente el santuario
de una divinidad. Primero había construido los templos de madera. Después se había
atrevido con un material más duradero y “especial”, la piedra. Pero había
mantenido las formas de la construcción en madera. En sus líneas generales, el
templo griego se caracteriza por dignificar el recinto sagrado, la “cella”,
mediante la creación de un pórtico sostenido por columnas, que posteriormente
acaban rodeando todo el edificio[24].
Las columnas sostienen las vigas sobre las que se apoya la cubierta, siempre a
dos aguas, por lo que en las fachadas principales se conforma un frontón. Como inicialmente
las columnas eran de madera, para apoyar las vigas se coloca una pieza más
ancha, que da lugar al capitel. Por otra parte, y como inicialmente las vigas
eran también de madera, la construcción en piedra mantendrá la imagen del corte
de los troncos[25].
El conjunto que forman las columnas con sus apoyos, capiteles y arquitrabes
acaban definiendo tres órdenes distintos, el dórico, el jónico y el corintio,
cuyos detalles no vamos a recoger aquí. El Partenón, si quiere ser reconocido
como templo, debe cumplir con todo ello.
Los proyectistas del nuevo Partenón eligen el modelo de
templo períptero, que diseñan siguiendo el orden dórico[26],
el más sencillo, sin basamentos en las columans, con los capiteles más
sencillos. Ello hará más simple y comprensible el monumento.
Se construye así un edificio no demasiado original en su
forma[27],
lo que se justifica sin duda en la necesidad de aceptación en base al respeto a
la tradición, pero que se convierte en referente máximo de la arquitectura
“canónica” de todos los tiempos[28].
Pero ello, evidentemente, no basta, no es suficiente para
cualificar el nuevo Partenón. El Partenón debe asombrar, sorprender, “epatar”[29].
Los ciudadanos de Atenas, los forasteros, Grecia entera, el mundo entero tiene
que sentir “admiración” por el edificio. El edificio debe causar “admiración”.
¿Cómo lograrlo?
La materia
La materia del Partenón, los materiales de la
construcción, deben ser de especial calidad, fuera de lo común. Por eso los
promotores del Partenón deciden hacerlo de mármol, de un mármol lo más perfecto
que se encuentre, y lo extraen de un monte a unos 17 kms. de Atenas, del
Pentélico. La calidad del mármol del Pentélico[30],
debidamente seleccionado, será “perfecto” y constituirá la primera causa de
admiración.
La técnica
Una de las cosas que todo hombre admira cuando se acerca
a una construcción es la capacidad de sus ejecutores para resolver correctamente
sus problemas técnicos. La construcción del Partenón planteaba muchos problemas
técnicos que había que resolver, que hubo que resolver: la precisión en la
talla de las piezas, muy relacionada con los problemas de la estabilidad de las
estructuras y su capacidad portante, la elevación de los materiales hasta su
colocación… Por ello el proyecto debía ser un reto técnico. El ¡más difícil
todavía! Y su logro causaría admiración: ¿Cómo pudieron hacerlo? ¡Qué buenos
eran! [31]
La forma
Para causar admiración no basta ni con la calidad de los
materiales ni con la solución correcta de los problemas técnicos. El edificio
no puede ser feo. Tiene que agradar visualmente. Y esto depende básicamente de
sus “formas”[32].
Los proyectistas del Partenón apuestan por las líneas
rectas. Y no sólo por razones técnicas. La recta es lo contario de la
naturaleza, la afirmación del hombre sobre la naturaleza[33].
Es signo de perfección, se entiende, se
aprecia como perfección. Por eso se empeñan en que las ilusiones ópticas no
desvirtúen la recta[34].
Apuestan por los paralelismos y las simetrías[35].
Por eso corrigen también la geometría exacta para lograr la percepción más
perfecta[36].
La apuesta por la línea recta no impide que en algunos
casos se opte por establecer una cierta curvatura, para dar vida a las
estructuras[37].
El edificio tiene que tener vida, “ritmo”.
Pero, sobre todo, los proyectistas apuestan por el equilibrio,
la regularidad, la correcta armonía y proporcionalidad entre los distintos
elementos del edificio: anchura y altura, anchura y longitud[38],
distancias entre columnas y demás elementos. En el Partenón no encontramos
rastros de la proporción áurea[39],
pero sí de otras no menos interesantes[40]
y que garantizan la elegancia del
edificio (la “concinnitas”).
La ornamentación
Sobre la necesidad o no de la ornamentación[41]
para lograr la admiración (de un edificio) nos encontramos con posturas bien
diferentes. Para muchos la ornamentación es absolutamente precisa y necesaria[42].
Para otros, distrae y debe evitarse[43].
Es bastante claro que los atenienses creen que el Partenón debe contar con una
importante decoración[44].
Por ello llenan los frontones de esculturas, por ello esculpen las metopas, por
ello plantean el friso de la cella… y
por ello decoran el resto con estrías y óvalos que llenan de contrastes de
luces y sombras todos los espacios. Por ello pintan de colores vivos la piedra.
Para lograr la admiración de los que se acerquen.
El concepto
La admiración se consigue mediante los materiales, las
habilidades técnicas, las formas adecuadas, la ornamentación…, pero tampoco
basta con ello. Un edificio transmite –o debe transmitir- siempre un “mensaje”
(tiene que tener un alma, un concepto, una “idea”. Y ese mensaje, ese concepto,
esa idea, tienen que causar también admiración. Al “concepto” religioso y
político del Partenón nos hemos referido ya en este trabajo y basta ahora con
recordarlo. Añadir sólo que el Partenón admira (“pathos”) porque, además, resulta
tranquilo. El Partenón transmite confianza, tranquilidad, sosiego, seguridad,
estabilidad. Y, sobre todo, fuerza. Es fuerte, decidido, potente, grandioso…
4.
CONCLUSIÓN
Por eso, por todo eso, por sus materiales, sus
habilidades, sus formas, su ornamentación, su concepto, el Partenón gusta y es
bello.
Habíamos evitado hasta aquí hablar de belleza. Y de arte.
Y de experiencia estética. Porque no son los conceptos de la época y porque lo
queríamos dejar para el final. Pero no cabe duda de que este pequeño trabajo nuestro
lo que buscaba era descubrir en el Partenón lo que los atenienses de aquel
momento histórico pensaban de todo ello: de la belleza, del arte, de la
estética… Porque lo que es indudable es que, por razones religiosas, por
razones políticas, los atenienses quisieron construir un edificio cuya belleza
causara admiración, produjera admiración, admiración estética. Y emplearon para
ello todo su arte; su habilidad… y su capacidad para construir algo que fuera perfecto…
y bello.
San Sebastián, Enero de 2012
BIBLIOGRAFÍA
Para realizar este trabajo hemos partido de los apuntes
tomados en las clases de Estética I del profesor de la asignatura, Xavier Puig,
y de algunos libros por él recomendados, en especial, los dos que citamos al
final.
Para centrar históricamente el tema, nos hemos servido de
algunos libros de divulgación. El que siempre nos ha parecido ameno y adecuado
es el de Isaac Asimov, “Los griegos. Una gran aventura”. Alianza Editorial
2010. 1ª ed. 8ª reimpresión.
Para la historia de la Filosofía seguimos utilizando la
antigua obra de Johannes Hirschberger. Biblioteca Herder, 1963.
Sobre la belleza, leímos en su día la “Historia de la
belleza” de Umberto Eco, Lumen 2004.
Respecto a la arquitectura de los templos griegos y, en
particular, del Partenón, hemos consultado algunas historias del arte y de la
arquitectura (está muy bien el “Atlas de Arquitectura, tomo I, de Alianza),
incluso algunas guías de viajes (nos parece que está muy bien la Guía Acento de
Atenas y, sobre todo, la de PUF-Clio, “Grèce”, de Christine Maudit, en Culture
Guides, Presses Universitaires de France, 2010), así como algunos otros libros
más concretos. Nos ha parecido de especial interés el de Ian Jenkins, “El friso
del Partenón”, de editorial Electa, 2004, que no se limita a explicar el friso
de las panateneas sino la génesis y características del edificio y de la
estatua de Atenea.
Para comprender la arquitectura en general y la de la
Grecia clásica en particular hay dos libros que nos resultan especialmente
reveladores:
El de Bruno Zevi, “Saber ver la arquitectura”, de
Editorial Poseidón, 6ª edición, 1991. En este libro no se da especial valor al Partenón
por considerar que la arquitectura tiene como principal función la creación de
espacios y que el Partenón, al no crear prácticamente espacio alguno, es más
escultura que arquitectura.
El otro libro es el de John Summerson, “El lenguaje
clásico de la arquitectura. De L.B.Alberti a Le Corbusier”, de Editorial
Gustavo Gili, 10ª edición, 1996. En este libro se estudia la permanencia en el
tiempo de los órdenes griegos, en particular durante el Renacimiento y el
Neoclasicismo.
Para la reflexión filosófica, los dos libros básicos han
sido:
El de Erik A. Havelock, “Prefacio a Platón”, de Antonio
Machado Libros, segunda edición, 2002. Extraordinariamente interesante para
comprender el salto del mito al logos en el cultura griega y la situación del
lenguaje y el conocimiento en la Atenas que construye el Partenón.
El otro libro es el de Wladislaw Tatarkiewicz, “Historia
de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia
estética”, Tecnos, 7ª edición, 4ª reimpresión2002. Es lo mejor que hemos leído
nunca sobre el arte y la belleza. El repaso histórico sobre la evolución o,
mejor, las distintas teorías establecidas en las distintas épocas sobre estos
seis conceptos (y otros muchos, por ejemplo, “estilo”, “creatividad”, “clasicismo”,
“romanticismo”…) nos ayudan en este trabajo pero serán fundamentales a partir de
ahora para nuestra comprensión de lo bello en los temas de nuestra pasión: el
urbanismo, la ordenación del territorio, la protección del paisaje...
De todos ellos tomo datos e ideas para este trabajo.
[1] A comienzos de siglo –del
siglo V
a.C.- Grecia ha sufrido el intento de invasión de los persas. Grecia ha vencido a
Persia en Maratón (490). Pero los persas han vuelto a Grecia y,
pese a
la victoria de los espartanos (Leónidas y los 300) en las Termópilas, han arrasado
Atenas (480-479). Son lo que conocemos como las guerras médicas, que
Heródoto narra en sus interviews,
en sus “encuestas” (“Historiai”). La Acrópolis
de Atenas, en concreto, ha sido destruida. El templo de Atenea, el Partenón, el
que la
ciudad había construido, sin haberse siquiera ultimado, ha sido demolido por
los persas. Grecia, sin embargo, no se ha rendido, ha
presentado batalla y finalmente, tras las victorias
de Salamina, primero, y de Platea y Micala, después, en los mismos 480-479,
ha logrado expulsar a los invasores. Y Atenas, ahora,
con su
poderío naval, ha sido la gran vencedora. Atenas es ahora la ciudad más
prestigiosa, que agrupa a un bueno número de ciudades de una gran liga
(la Confederación de Delos -478-), a la que las ciudades asociadas, bajo el
liderazgo de Atenas, aportan barcos o dinero y del que Atenas es la administradora
y depositaria.
[2] En
Atenas, en la “polis” de Atenas, se
experimenta –no sin discusión- una nueva forma de gobierno, la democracia; un
sistema en que el gobierno de la ciudad y la ley (“nomos”) no se encomiendan ya
a un monarca cuya legitimidad (la “arkhé”) proviene de dios (teocracia), ni a
las familias históricas de la ciudad (aristocracia) sino al pueblo, al conjunto
de los ciudadanos, libres e iguales. No hace falta aclarar que esta democracia,
vista desde la actualidad es todavía bastante insuficiente; no tienen derechos
políticos ni los extranjeros, ni las mujeres, ni los esclavos; tres grupos que
constituyen la mayoría de la población de Atenas. (Se piensa que en estos
momentos Atenas podría tener una población de unos 300.000 habitantes y que
unos 30 o 40.000 serían los que tenía derechos políticos de voto y de acceso a
los cargos públicos)
[3]
Por ella pasan los sofistas, impartiendo sus clases de retórica. Traen nuevas
ideas y ponen en cuestión las ideas de siempre. Los personajes más importantes
son Gorgias y, particularmente, Protágoras. Pero pronto destacará otro más
bohemio y ácrata, Sócrates, el padre de la filosofía occidental, el que
convierte a todos los anteriores –Anaximandro, Heráclito, Parménides…- en eso,
en los anteriores, los pre-socráticos.
Bastantes de los sofistas y los personajes como Sócrates no están bien vistos
por la sociedad bienpensante de Atenas, porque con su relativismo (“el hombre
es la medida de todas las cosas”) ponen en cuestión la tradición e incluso la
verdad de los dioses. Tan es así que Sócrates, por ejemplo (no es el único),
acabará condenado a muerte por impiedad.
[4] En
Atenas se concentran, en torno a las competiciones que se celebran con ocasión
de las fiestas en honor de Dionisos, los grandes dramaturgos del momento:
trágico, como Esquilo, Sófocles o Eurípides; cómicos como Aristófanes.
[5] En
Atenas se inicia lo que hoy conocemos como historia, gracias a la presencia de
autores como Heródoto (de Halicarnaso), el que da nombre a la “historia” al
narrar las guerras médicas en su Historiai (430), o Tucídedes, que establecerá
los criterios científicos de la historia al narrar las guerras que ponen fin al
período, las del Peloponeso, y que atribuye al “imperialismo” de la demócrata
Atenas.
[6] El
personaje más destacado del momento es, sin duda, Pericles, un defensor del
sistema democrático que gobierna Atenas durante este período (460-429) y al que
le toca liderar todo el proyecto de ordenación urbana y fortificación del
puerto de Atenas, el Pireo, y –en lo que aquí más nos interesa- de recuperación
de la Acrópolis, como enseguida veremos. Pericles resulta de tal importancia
histórica que a esta época decisiva, se conoce como la era de Pericles.
[7] La Acrópolis es el lugar más emblemático de la
ciudad: en un alto, dominando la ciudad, lugar del poblamiento inicial de la
ciudad, luego lugar estratégico para su defensa y finalmente, lugar sagrado
donde se reúnen los principales templos de los dioses venerados en la ciudad.
Los proyectos de Atenas sobre la Acrópolis no se limitan al Partenón. En los
años que siguen, Atenas acomete la construcción de los Propileos (entrada
monumental a la Acrópolis), el templo de Niké, otra advocación de Atenea, la
Victoria sin alas; del Erecteion (un templo dedicado también en parte a Atenea,
la Atenea Polias, con patio interior dedicado al olivo que regaló a la ciudad y
que sirvió para que se le reconociera como patrona de la ciudad)
El Erecteion, famoso por las cariátides de su pórtico
lateral, desde el punto de vista de la arquitectura resulta tanto o más
interesante que el propio Partenón. Algunos conocidos me recomendaban que
centrar en el Erecteion y no en el Partenón este trabajo.
[8]
Atenas cuenta no sólo con los mejores pensadores, literatos y políticos; cuenta
también con extraordinarios artesanos que conocen, como nadie el oficio de la
escultura y la construcción: Policleto, Mirón, Fidias.
El proyecto de la estatua de Atenea y del templo que la deberá albergar se
encomienda a Fidias (que es un buen amigo de Pericles –en estas cosas la confianza y la
amistad siempre han contado mucho; el político no se la puede
jugar con un proyecto que no guste-). Fidias contará con un gran
equipo, entre los que se encuentran los “arquitectos” Ictino y Calícatres,
responsables principales de la construcción del templo.
[9]
“Criselefantina”. Por avatares de la historia, la estatua de Atenea, de Fidias, finalmente
se perdió –posiblemente en Constantinopla, destruida por los cruzados, y sólo
la conocemos por las estatuas que la reproducían.
[10] El templo se
construirá todo él de mármol del Pentélico, siguiendo el orden dórico, con
columnas en todo su alrededor (peri…). Pero, para poder albergar la estatua de
la diosa, deberá ser de mayor tamaño que los hasta entonces construidos.
Dispondrá de ocho columnas en sus fachadas principales y 17 en las laterales
(30,80 x 69,51 metros). . Además, los frontones, el friso que rodea la cella interior y hasta las metopas
llevarán esculturas…
[11] Los políticos difícilmente aguantan para las
inauguraciones a que las cosas estén del todo terminadas.
[12]
Las guerras del Peloponeso, frente al otro grande de Grecia, Esparta y las
ciudades que le acompañan, marcará el fin de otros proyectos para la Acrópolis,
como el de los Propileos. Ya hemos señalado que Tucídides, culpa de esta
“guerra civil” al imperialismo de Atenas. Tras la guerra, sin embargo se acometerán
las obras del templo de Atenea Niké (427-410) y del Erecteion (421-406)
La historia del Partenón a partir de entonces será
compleja. El propio Pericles propone al comienzo de la guerra retirar el oro de
Atenea para financiar el costo de sus ejércitos. Los espartanos, al invadir
Atenas –y destruirla-, respetan el templo, que
mantiene su dedicación a Atenea hasta el siglo IV. Con la prohibición de las
religiones paganas por Teodosio el templo cae en desuso y en el siglo VI es
reconvertido en iglesia cristiana dedicada a la Virgen, lo que ayuda a su
conservación (otros muchos templos griegos sin uso se fueron perdiendo). Así se
mantiene hasta que los otomanos la convierten en mezquita. Pero la Acrópolis se
convierte en cuartel general del gobernador turco. En 1687 los venecianos, que
luchan contra los turcos, bombardean la Acrópolis y revientan de un bombazo el
Partenón, que ve hundirse su cubierta y arruinarse. A partir de entonces,
vendrán los saqueos de los británicos, que se llevan gran parte de las
esculturas y los exponen en Londres, en el museo construido al efecto, el
British Museum.
Con la independencia de Grecia se planteará la puesta
en valor de la Acrópolis de Atenas. La discusión cómo llevar a cabo esa puesta
en valor (si simplemente consolidar la ruina o restaurar y reconstruir el
edificio antiguo) es un tema todavía no pacífico. La eterna polémica iniciada
por Violet le Duc con la recuperación de Carcassonne y Notre Dame de Paris.
[13]
Para Atenas la guerra es algo muy presente en todo momento; un tema
especialmente importante y sensible. Atenas puede ser atacada en cualquier
momento. Y Atenas, que lo que quiere es ser “comerciante”, comprar y vender
productos mediante el comercio marítimo, tiene que garantizar su defensa y su
poder con las armas, en tierra… y en mar. Pericles, su mejor político, es ante
todo, un estratega, un jefe militar. El favor de Atenea, la diosa de la guerra,
de la guerra inteligente, es fundamental. La unión en Atenea de guerra, sabiduría y paz resulta especialmente
comprensible para los atenienses, que ven en ella también a la diosa del
“desarrollo económico”, la diosa del olivo (bastante más útil para Atenas que
los atributos del propio Poseidón).
[14] No nos tiene
que extrañar, pues, que el Partenón responda más al “mito” que al “logos”. El
pueblo está todavía en el mito, en la “doxa” que nos diría
Platón, mirando el fondo de la caverna y sin salir todavía de ella. Quizás es
ésta una de las servidumbres de la democracia: el pueblo
normalmente no está a la última.
Que el pueblo ateniense mantenía
mayoritariamente un profundo sentido religioso, o mejor, que quería mantener
las tradiciones religiosas a toda costa explica su postura frente a las nuevas ideas y
las duras condenas por “acevía” a sofistas y otros filósofos. Los propios
Pericles y Fidias –Aspasia, la compañera de Pericles ya antes- acabarán con
problemas con la justicia democrática.
[15]
Esta situación no nos es tan extraña. Con independencia de nuestras creencias
religiosas, todavía aquí nuestro calendario, nuestras vacaciones, nuestra fiestas,
se organizan en las festividades religiosas. Las Navidades (Nochebuena,
Reyes…), el día de San Sebastián, la Semana Grande en torno al día de la
Virgen, la Semana Santa… el Pilar, Todos los Santos, la feria de Santo Tomás, El
puente de la Inmaculada… Las festividades civiles tienen menos gancho: el día
del trabajo, el día del Estatuto, el día de la Constitución…
[16]
Las panateneas tienen como elemento principal la gran procesión que reúne a
toda la población y viene de la ciudad, atraviesa el ágora y sube hasta la Acrópolis,
llevando un nuevo manto o túnica a Atenea, recién tejido (el “peplo”). Allí,
arriba, junto al templo, se harán los sacrificios y se celebrará el banquete
(que es como acaban siempre estas cosas).
[17]
Me llama la atención que la estatua de Atenea prácticamente no cabía en la cella. Téngase en cuenta que la estatua tenía 12 metros y las
columnas del períptero 10 metros. Sólo en la parte central, junto al gallur o
viga central de la cumbrera y tocando casi la cabeza el techo, cabía la
estatua. ¿Habría sido tan costoso o complicado técnicamente haberle dado más
amplitud, más altura –y consecuentemente más anchura- al edificio?
[18]
Me llama también la atención el que la puerta de entrada a la cella donde se sitúa la estatua está
como en la fachada trasera, no en la que da frente a la entrada de la Acrópolis
(los Propileos). ¿Para alargar la procesión? ¿Para hacer mas oculta y
misteriosa la entrada al santuario?
[19] A
lo largo de toda la historia el poder se ocupa de la monumentalización de la
ciudad o el territorio como elemento de prestigio. Es Roma con sus arcos de
triunfo y sus estadios, en la Edad Media con sus catedrales, en el islam con
sus mezquitas y madrasas, en Europa, tras el Renacimiento, la nobleza italiana
y luego las monarquías, con sus magníficos palacios… El Coliseo y el Panteón de
Roma, Santa Sofía en Constantinopla, la catedral de Florencia o la basílica de
San Pedro del Vaticano con sus cúpulas de Brunelescchi y Miguel Ángel, las
madrasas del Registán en Samarcanda o Bujara o las mezquitas de Sinan en Estambul,
los palacios del Louvre y Versalles… son sólo algunos ejemplos de esta realidad.
Y la actualidad no es menos pródiga en estos
esfuerzos. Unas veces serán los centros culturales y auditoriums (la ópera de
Sidney, el Guggenhein…), otras los palacios de congresos y exposiciones, los
estadios deportivos, las estaciones del TAV (Lieja…), los grandes aeropuertos
(Hong Kong, Osaka, Pekin…) Todos los países, todas las ciudades compiten por
contar con un gran edificio, un edificio estrella de un arquitecto estrella. Es
la arquitectura espectáculo de nuestros días, con desembolsos económicos muchas
veces bastante por encima de las posibilidades reales de las comunidades
sociales que han de financiarlos.
[20]
En algún sitio he leído que el costo del Partenón equivalió al de 400 barcos. Y
Atenas, si algo necesitaba en aquellos momentos, para la defensa de su comercio
y de su posición, era precisamente barcos. Tuvo que optar. Y lo hizo a favor
del Partenón.
[21]
Las dimensiones del Partenón –que no es lo único que le otorga grandiosidad,
pero también- superarán a las de los demás templos de Grecia. Por ello en sus
fachadas principales el número de columnas no será de 4 o 6, como hasta
entonces, sino de 8 (es una de las características más evidentes para la
identificación del Partenón) y en las fachadas laterales, no de 13 o 14, sino
de 17.
[22] El frontón este: el nacimiento glorioso de
Atenea; el frontón oeste, la disputa y victoria de Atenea frente a Poseidón por
la posesión del Ática; las metopas del lado este, la lucha de los dioses
griegos contra los gigantes; las del lado oeste, la amazonomáquia,
el combate contra las amazonas; las del norte, la guerra de
Troya; las del sur, el triunfo de los griegos y sus dioses sobre sus enemigos míticos
y humanos
(los persas).
[23]
Resulta evidente el interés que para los políticos locales tiene la
monumentalización de la ciudad. El monumento les legitima mejor que otras
muchas cosas ante sus ciudadanos en el ejercicio del poder. Pericles debía
saberlo muy bien. Y algunos de nuestros gobernantes, también.
[24]
Al edificio rodeado todo él de columnas conocemos como “períptero”.
[25]
Es lo que conocemos como los triglifos, tan característicos de los templos
griegos.
[26]
No hemos encontrado referencias a la razón por la que se elige el orden dórico,
cuando Atenas parece que debería haber elegido más bien el jónico. Pero seguramente
que lo hace porque la población lo va a entender mejor.
[27] Templos parecidos podemos encontrarlos ya en
Grecia en fechas muy anteriores. Especiales estudios ha merecido, por su
antigüedad y, al mismo
tiempo, semejanzas con el Partenón, el templo de Démeter
en la isla de Naxos, uno de los primeros de piedra y de cien años antes
que el Partenón.
[28]
No es fácil entender por qué los edificios importantes, casi siempre, en todas
las épocas de la historia, sean iglesias, palacios o edificios gubernamentales
y administrativos, han optado por mantener las formas de la arquitectura
clásica griega; unas veces con “sinceridad”, entendiendo que se trata de
elementos estructurales, otras como elementos casi decorativos, pero siempre al
servicio de esa idea de que el edificio importante, para que se perciba como
tal, tiene que incorporar los órdenes de la antigüedad griega. Que es lo que
hace que el Partenón haya constituido modelo para tantos edificios posteriores.
Ejemplos de ello los encontramos en Roma (el mismo
pórtico del Panteón de Agripa, las fachadas del Coliseo, recogiendo en un
edificio los tres órdenes… En el Renacimiento, en la obra de Palladio, con sus
villas del Véneto o su Iglesia de San Jorge, de Venecia. En el barroco, con los
elementos de la arquitectura clásica en portones y fachadas, como al del Jesú
de los jesuitas de Roma o del Val de Grâce, en Paris.
El neoclasicismo es por antonomasia el estilo que
recupera las formas del templo griego: La Madelaine o la iglesia de Santa
Genoveva (el Panteón) de París. Lo mismo en Alemania, Inglaterra (el British
Museum de Londres) o Estados Unidos (el Capitolio de Washington).
El neoclasicismo en España integra muy dignos
representantes: Ventura Rodríguez (pórtico de la catedral de Pamplona, iglesia
del monasterio de Santo Domingo de Silos…), Juan de Villanueva (El Prado, el
Observatorio Astronómico de Madrid, el edificio de las aduanas de Orduña…) o
Silvestre Pérez (el antiguo ayuntamiento de la plaza de la Constitución de
nuestra ciudad –San Sebastián- o la parroquia de Mutriku…). Aquí, en el País
Vasco, es de destacar también Pedro Manuel Ugartemendia, responsable de la
reconstrucción de lo que hoy es la “Parte Vieja” de San Sebastián y, en
particular, de la plaza de la Constitución.
[29]
Nos gusta el galicismo “epatar” (“épater”, “épatant”), ya aceptado como propio
por la Academia de la Lengua Española (“asombrar”, “deslumbrar”)
[30]
Unas 100.000 toneladas de mármol
[31]
Personalmente suele ser el tema que más admiración me causa: cuando veo un
puente romano, una catedral gótica, una estructura moderna –la torre Eiffel, el
puente de Burdeos sobre el Garona…-. ¡Qué buenos!, pienso. ¡Qué capacidad para
resolver correctamente los temas! En el Partenón; el ensamblaje de las piezas, la
alineación de los tambores de las columnas, su alzado y montaje. Problemas a
los que todavía se enfrentan con dificultad los restauradores del edificio. Enseguida
hablaremos de la forma, de las exquisiteces del Partenón en sus líneas. El
diseño. Importantísimo. Pero luego había que hacerlo. ¿Cómo eran esos tallistas
de la piedra? ¿Cómo se les transmitían las mediciones exactas de cada pieza? No
tengo tiempo de recoger aquí el descubrimiento en Dídima de un sistema de
“plantillas” para fijar a escala las curvaturas de las columnas. Pero es un
interesante ejemplo de la complejidad del trabajo llevado a cabo y de la forma
de resolverlo.
[32]
No conviene olvidar que la etimología de la palabra “hermoso” viene
probablemente de “formoso”, “con forma”.
[33]
En la naturaleza no existen líneas rectas, salvo el horizonte (que, por cierto,
no es propiamente recto). El hombre es el único que puede hacer la línea recta.
Por ello la recta es la afirmación del poderío del hombre sobre la naturaleza.
Y debemos sentirnos orgullosos de eso poderío. Aunque hoy sepamos que no debemos
ejercerlo sin medir sus consecuencias, sin respetar los límites de nuestra
pequeña habitación, la Tierra.
[34] En
el Partenón encontramos pocos ángulos rectos (podríamos decir que casi no hay
un ángulo recto). Los proyectistas corrigen los ángulos y hasta las líneas
rectas del basamento y las cornisas del edificio, pero para corregir las
ilusiones ópticas, buscando la perfección, para que parezcan perfectos,
perfectamente rectos (10 cms. de sobreelevación en el centro de el lado largo,
8 cms. en el del lado ancho).
[35]
Los paralelismos. El principal con el horizonte; con la tierra: la
horizontalidad. La simetría siempre ha sido un criterio objetivo para lograr el
equilibrio de las formas. Aunque también discutido (el jardín inglés no es
simétrico porque la naturaleza no es simétrica).
[36]
Es el caso de la reducción de la separación de las columnas situadas en los
vértices del edificio, para evitar así que la mayor iluminación de los vanos
entre estas columnas y las contiguas nos haga tener la sensación de una separación
mayor a la de las restantes.
[37]
Es el caso del ligero engrosamiento del fuste de las columnas en su parte media,
que es conocido como “éntasis” y que delimita dos partes es el fuste, una
inferior, que se denomina “imoscapo”, y otra superior, “sumóscapo”.
[38] Ningún
aspecto habrá sido tan analizado como este de la armonía y proporcionalidad en
las formas. Como todos sabemos el primero en tratarlo fue Pitágoras, el del famoso
teorema, ya a finales del siglo VI y principios del V. Pitágoras había descubierto
que la armonía en la música, entre sonidos diferentes, dependía de relaciones
matemáticas exactas, de forma que sólo si la longitud de las cuerdas de un arpa
se ajusta a esas relaciones numéricas se
obtienen sonidos armónicos (la quinta, la octava…). Pitágoras –o los
pitagóricos- deducían que esta necesidad de armonía basada en los números es
extensible a otras realidades como la astronomía o la medicina. Pitágoras murió
en el 496, cincuenta años del inicio de las obras del Partenón. Pero es posible
que los proyectistas del Partenón no conocieran las teorías –y los números- de
Pitágoras. Lo que sí conocían, desde luego, era la importancia de la armonía,
de la proporción entre los distintos elementos del edificio.
La teoría de la armonía y la proporción fue aplicada a
la arquitectura por Vitrubio, en el siglo I de nuestra era. Vitrubio estudia
las proporciones en relación con las del cuerpo humano (los proporciones en el
cuerpo humano marcan la perfección y “el
hombre es (debe ser) la medida de todas las cosas” (Protágoras). Las
proporciones del hombre son las proporciones que deben mantenerse en la
escultura y en la pintura y trasladarse también a la arquitectura.
Ya en el Renacimiento será Alberti quien se haga eco y
desarrolle la obra de Vitrubio. Aunque lo que todos conocemos es el dibujo de
Leonardo, que es el que popularizó la cuestión con su famoso “hombre de
Vitrubio”.
[39] El
1’61803399, 1-1,6
[40]
La proporción entre anchura de fachada y longitud en el Partenón es la de 4/9.
Muchos han querido ver aquí también la relación de proporcionalidad entre las
dimensiones del cuerpo humano y las del Partenón. Todas ellas me parecen poco
fundadas más allá de que en el Partenón las mediciones se harían probablemente
por piés, brazos, etc.
[41]
La ornamentación es también “forma”, pero preferimos tratarla con
individualidad. Nos parece más claro.
[42]
Es la concepción “barroca” de evitar el vacío (el “horror vacui”) y adornar
cualquier paño, cualquier detalle. En Europa parece convertirse en ley durante
los siglos XVII y mitad del XVIII y decae –es curioso- con el neoclásicismo; en
Oriente ha sido una regla de oro casi siempre.
[43]
El ideal será la ausencia de todo adorno. Es la teoría de la arquitectura
funcionalista y que la encontramos también en algunas experiencias orientales (como
la de los extraordinarios jardines zen en Japón).
[44]
Una ornamentación con “medida”, contención, “shophrosyne”, pero también con
“gracia”, “rytmhos”: Porque Atenas en estos años ha superado ya la rigidez de
la escultura del arte “preclásico”.
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