miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un blog interesante

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Estética modal: Introducción efectiva (I)


Explorando el paisaje
SI bien esta es un área poco dada a los consensos, parece haber cierto acuerdo en denominar estética a la disciplina filosófica que aborda los problemas de la sensibilidad y el arte. Y bien está que hablemos de problemas desde el mismo principio porque la estética, como hace por lo demás toda filosofía digna de ese nombre no se conforma con instruir sobre los lineamientos de tal o cual sensibilidad o práctica artística, sino que está forzada a pensar, ese es su límite y su grandeza,  sobre las condiciones de posibilidad de toda sensibilidad y toda práctica de producción o recepción artística: por eso, de ella como de la ética, se dice que no enseña juicios ni frases hechas, sino que de diversos modos enseña a juzgar.
En esa medida merece la estética ser incluida dentro de la tradición de la filosofía práctica, porque aquello que exige de sus cultivadores no es una callada y sumisa recepción sino que es siempre un quehacer, un despliegue práctico. Las consecuencias del estudio de la estética no pueden ser otras que las de incitar a cada cual a conformar desde su autonomía el aparato y el juego de su propia sensibilidad, especificando su concreta modulación del equilibrio –como pedía Hartmann- entre lo caótico y lo demiúrgico, lo inestable y lo consolidado. Así, conformando una modulación de la sensibilidad, conforma uno su propia vida y da pistas a los demás para que hagan lo propio, si les place.
Y esto tiene su qué, porque si bien cada cual ha de construir en la práctica su estética, siendo capaz de dar cuenta y razón de aquellas cosas que le afectan, que le conmueven y le dan qué pensar, esta construcción no sucede en la más absoluta y perdida de las dispersiones, labando cada cual por libre, erráticamente. Constituye objeto de investigación el ver cómo, pese a la desconexión y las inevitables diferencias de lugar y tiempo,  acabamos los humanos por construir constelaciones de sentido estético, formas de organizar la sensibilidad que se distribuyen a lo largo -por así decir- de una serie de vectores que nos hacen reconocernos una y otra vez a lo largo de la historia, que nos hacen capaces de acoplarnos con quehaceres y obras distantes, que de otro modo nos resultarían inexplicables  e irreconciliablemente ajenas. Esta agrupación relativamente espontánea de las sensibilidades y sus posibilidades da pistas sobre un procomún estético, a cuya elucidación esperamos también contribuir con este trabajo.
En ese sentido, si algo quedó claro en toda la estética posterior a Kant es que los diferentes sistemas de atractores[1] estéticos habitan un extraño reino que no es ni el de lo objetivo ni el de lo enteramente subjetivo; ni el de lo rígidamente organizado ni el de lo que tantea por entero a ciegas.  Buena parte del esfuerzo necesario para trabajar en estética se nos va en el intento de pensar un estatuto que nos permita eludir tan estéril contraposición.
Una de las versiones mas recurridas de esa especie de ping pong filosófico del que todo estudioso de la estética debe saber zafarse, es el que contrapone a los que apuestan que lo dado –lo bello por ejemplo- es verdad o mentira con independencia de nuestras opiniones al respecto, frente a los que, por el contrario, creen a pies juntillas que todo –tanto lo bello como lo feo, es construido y depende por tanto enteramente de las categorías con las que social o psicológicamente, por ejemplo, lo construimos. Acaso sea ese uno de los torneos de ping pong más largos y que mayor peso ha tenido en muchas de las discusiones que han conformado la historia de la filosofía en Occidente. Obviamente no puede solventarse inclinando la balanza hacia el lado que -en cada época- esté más en boga, ni tampoco serviría de mucho forzar una componenda ecclecticista, que dejara –por así decir- las pelotas suspendidas en el aire.
Para empezar habrá que ajustar cuentas con las soluciones más recientes y aún en gran medida hegemónicas del problema. En ese respecto y si hemos de creer las caricaturas presentes de que se nutren buena parte de las historias oficiales de la postmodernidad filosófica, diríase que la cultura clásica fue -toda ella- un torpe, eurocéntrico, homofóbico y perverso intento de fosilización sustancialista de los valores dados, una inmoderada acumulación de relatos esencialistas que reinaron sin disputa,  hasta que -oh prodigio- llegaron los sucesivos equipos de superhéroes filosóficos a demoler esas certezas y demostrar lo irremediablemente improvisado de esas ciclópeas construcciones. Desde el famoso “Equipo Sospecha” formado por Nietzsche, Freud y Marx, a los formidables “Vengadores de la Deconstrucción” capitaneados con elegante desgana francesa por Foucault, Barthes y Derrida, ese ha sido el penúltimo capítulo de la pendular historia de nuestra epistemología y por extensión de nuestra estética.
Ahora bien, los innegables aires de familia que muestran los más diferentes y distantes sistemas de codificación y producción poética en las más diversas culturas no pueden sino hacernos cuestionar -generacionalmente parece que no podemos eludirlo-  lo absoluto del carácter construido que esos queridos superhéroes de nuestra adolescencia filosófica tan bizarramente habían asentado. Es cierto que nos costará, que buena parte de nuestro equilibrio sentimental y político se ha basado en la fe inquebrantable en los poderes de alguno o de todos esos superhéroes, pero los tiempos, como siempre, están cambiando y aquellos enunciados de constructivismo radical que nos parecían tan revolucionarios hace unas décadas son ahora  salmodiados por especuladores y agentes de bolsa que se convierten en artistas en los tiempos del todo vale. Los constructivistas se han metido a constructores. La reconstrucción, sobre todo la del estado del bienestar, se ha convertido en una herramienta financiera para acabar con los deficits en los presupuestos. El rizoma se confunde con una forma de trepar y resultan sospechosos de sustancialismo los que defienden aun cotas de soberanía de las instituciones políticas o abogan por la autonomía de las comunidades y las personas.


[1] Es decir, los valores o mejor acaso, las valencias estéticas en torno a las que circulan y se dibujan las más diversas poéticas

jueves, 13 de diciembre de 2012

Estética


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La Historia de la estética es una disciplina de las ciencias sociales que estudia la evolución de las ideas estéticas a lo largo del tiempo.1 La estética es una rama de la filosofía que se encarga de estudiar la manera cómo el razonamiento del ser humano interpreta los estímulos sensoriales que recibe del mundo circundante. Se podría decir, así como la lógica estudia el conocimiento racional, que la estética es la ciencia que estudia el conocimiento sensible, el que adquirimos a través de los sentidos.nota 1 Entre los diversos objetos de estudio de la estética figuran la belleza o los juicios de gusto, así como las distintas maneras de interpretarlos por parte del ser humano. Por tanto, la estética está íntimamente ligada al arte y al estudio de la historia del arte, analizando los diversos estilos y periodos artísticos conforme a los diversos componentes estéticos que en ellos se encuentran. A menudo se suele denominar la estética como una «filosofía del arte».nota 2
El término estética proviene del griego αἴσθησις (aísthêsis), «sensación». Fue introducido por el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten en su obra Reflexiones filosóficas acerca de la poesía (1735), y más tarde en su Aesthetica (1750).2 Así pues, la historia de la estética, rigurosamente hablando, comenzaría con Baumgarten en el siglo XVIII, sobre todo con la sistematización de esta disciplina realizada por Immanuel Kant. Sin embargo, el concepto es extrapolable a los estudios sobre el tema efectuados por los filósofos anteriores, especialmente desde la Grecia clásica. Cabe señalar, por ejemplo, que los antiguos griegos tenían un vocablo equiparable al actual concepto de estética, que era φιλοκαλία (filocalía), «amor a la belleza».nota 3 Se podría decir que en Grecia nació la estética como concepto, mientras que con Baumgarten se convirtió en una ciencia filosófica.nota 4
La estética es una reflexión filosófica que se hace sobre objetos artísticos y naturales, y que produce un «juicio estético». La percepción sensorial, una vez analizada por la inteligencia humana, produce ideas, que son abstracciones de la mente, y que pueden ser objetivas o subjetivas. Estas ideas provocan juicios, al relacionar elementos sensoriales; a su vez, la relación de juicios es razonamiento. El objetivo de la estética es analizar los razonamientos producidos por dichas relaciones de juicios. Por otro lado, las ideas evolucionan con el tiempo, adaptándose a las corrientes culturales de cada época. Dicha evolución es por tanto el objeto de estudio de la historia de la estética.3

Notas.Vease wikipedia.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Un poeta interesante











http://www.amediavoz.com/pessoa.htm 








                                           

  
Reseña biográfica
Poeta, ensayista y traductor portugués nacido en Lisboa en 1888.
Es la figura más representativa de la poesía portuguesa del siglo XX. Sus primeros años transcurrieron en Ciudad del Cabo mientras su padrastro ocupaba el consulado de Portugal en Sudáfrica.  A los diecisiete años viajó a Lisboa, donde después de interrumpir estudios de Letras alternó el trabajo de oficinista  con su interés por la actividad literaria.
La influencia que en él ejercieron autores como Nietzsche, Milton y Shakespeare, lo llevaron a traducir parte de sus obras y a producir los primeros poemas en idioma inglés. Dirigió varias revistas  y pronto se convirtió en el propulsor del surrealismo portugués.
"Mensaje" fue su primera obra en portugués y única publicada en vida del poeta. Parte de su obra está representada por los numerosos heterónimos creados durante su vida, siendo los más importantes  Alvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro.
Falleció en Lisboa en 1935. ©












domingo, 2 de diciembre de 2012

Friedrich Nietzsche

Realizó una crítica exhaustiva de la cultura, la religión y la filosofía occidental, mediante la deconstrucción de los conceptos que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales (positivas y negativas) hacia la vida. Este trabajo afectó profundamente a generaciones posteriores de teólogos, filósofos, sociólogos, psicólogos, poetas, novelistas y dramaturgos.
Meditó sobre las consecuencias del triunfo del secularismo de la Ilustración, expresada en su observación «Dios ha muerto», de una manera que determinó la agenda de muchos de los intelectuales más célebres después de su muerte.
Si bien hay quienes sostienen que la característica definitoria de Nietzsche no es tanto la temática que trataba sino el estilo y la sutileza con que lo hacía, fue un autor que introdujo, como ningún otro, una cosmovisión que ha reorganizado el pensamiento del siglo XX, en autores tales como Martin Heidegger, Michel Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, o Gianni Vattimo, entre otros.
Nietzsche recibió amplio reconocimiento durante la segunda mitad del siglo XX como una figura significativa en la filosofía moderna. Su influencia fue particularmente notoria en los filósofos existencialistas, críticos, fenomenológicos, postestructuralistas y postmodernos y en la sociología de Max Weber. Es considerado uno de los tres «Maestros de la sospecha» (según la conocida expresión de Paul Ricoeur), junto a Karl Marx y Sigmund Freud.

http://www.nietzscheana.com.ar/http://www.nietzscheana.com.ar/

Nietzsche - La aventura del pensamiento