jueves, 22 de febrero de 2018


LO FEO

COMO CATEGORÍA ESTÉTICA

“…El hombre es muy proclive a la imitación y adquiere sus primeros conocimientos por imitación; y también le es connatural el complacer a todos con las imitaciones. Y prueba de ello es lo que ocurre con las obras de arte; e incluso las mismas cosas que vemos en la realidad con desagrado, nos agrada ver logradas como imágenes en la manera más fiel; así ocurre, por ejemplo, con las formas más repugnantes de bestias y con los cadáveres”.
 
Aristóteles. La Poética. IV. 1448b

 

Lo feo”, la fealdad, como lo bello, lo sublime o lo grotesco, como lo pintoresco, lo patético o lo trágico, es una categoría estética que sirve para clasificar y definir una realidad, un pensamiento y una experiencia estética propia[1].

 El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la fealdad, lo feo -del latin “foedus”- como lo desprovisto de belleza y hermosura (1), lo que es de aspecto malo o desfavorable (2) o lo que causa desagrado o aversión (3). En el famoso Diccionario de María Moliner la fealdad se describe de forma parecida, como lo que carece de belleza y hermosura (1), lo que causa horror o aversión (2), lo que es de aspecto malo o desfavorable (3) o lo que no gusta o complace (4).

En su sentido estético, pues, la categoría de lo feo aparece, en primer lugar, como lo que carece de belleza y hermosura. Se muestra así como “en negativo”; por oposición a, lo opuesto a, lo contrario a la hermosura y la belleza. Como una “privatio” de lo bello. “El infierno de lo bello”, que dice algún autor.

Pero lo feo no es sólo una “privatio” de lo bello, lo “no-bello”. Aunque casi siempre con referencia a las notas de la belleza, la fealdad parece como algo con características propias. Lo feo es lo informe (sin forma), sin luminosidad ni claridad, sin armonía, desproporcionado, desmesurado, desmedido o sin tamaño adecuado, sin medida.

Porque es informe, poco armonioso, desproporcionado o desmedido, lo feo resulta desagradable, produce desaprobación, no complace y no gusta. Quizás es, por esto, que la Estética moderna considera que lo feo, ante todo, como el predicado de un juicio expresa un sentimiento de disgusto, de repulsión y de rechazo.

La fealdad, como la belleza, es percibida básicamente por la vista. Una buena música es percibida gracias al oído. Los olores –buenos o malos-, los sabores –buenos o malos-, una caricia o un dolor los sentimos por el olfato, el gusto o el tacto. Pero es gracias y a través de la vista como percibimos que una cosa es bonita y hermosa o es fea. De forma “primaria”, viendo la cosa misma; o “secundaria”, al reproducir o reelaborar mediante la imaginación -y “la fantasía”- las imágenes vistas.

La belleza se predica de la naturaleza, del paisaje, de un mar en calma o de un cielo estrellado. E igualmente, de los cuerpos, de las personas y de las cosas. La fealdad, por el contrario, no existe propiamente en la naturaleza. Un paisaje puede ser desolador pero no “feo”. Incluso una tempestad puede ser terrible pero no “fea”. La fealdad se aprecia en los cuerpos y en las cosas.

Lo feo es ante todo una categoría estética relacionada con los cuerpos, con el cuerpo. El cuerpo de un ser vivo. Sobre todo, de una persona: de su figura, su cara, sus ojos… Frente al cuerpo o el rosto de un niño, de joven esbelto o una persona adulta y sana, la fealdad aparece en el cuerpo enfermo, tullido, deforme, mutilado…, en el cuerpo decrépito de un anciano. Y es que quizás detrás de la fealdad del cuerpo -como en el mal olor, el mal gusto o el dolor- aparece siempre el instinto de supervivencia y la defensa de los seres vivos frente a la enfermedad y la muerte.

En “las cosas” la fealdad tiene también mucho que ver con su calidad, sus materiales y su “estado de conservación”. Las cosas de poca calidad, rotas, deterioradas, inservibles…, las “mal hechas” son feas.

Los edificios, las fábricas, un mercado pueden ser bonitos o feos si están o no bien diseñados, conservados y “limpios”. Pero no es fácil que sea bonito un matadero de reses o un vertedero de residuos. Los barrios, las ciudades son bonitas o feas si están bien ordenados, si la edificación y los espacios públicos tienen armonía, proporciones y perspectivas adecuadas. Pero son feas si no hay orden, ni higiene ni calidad urbana en todo ello.

En su grado sumo, lo feo se identifica con lo horroroso, lo horrendo, lo horrible. También, a veces, con lo monstruoso, lo terrible. O con lo desagradable, lo repugnante, lo repulsivo, lo repelente, lo asqueroso…

Los cuerpos y las cosas pueden ser feas, pero también puede ser fea “el alma”. La fealdad se predica así, en sentido figurado, ligada al mal. Se opone a lo bueno, al bien. Lo que moralmente no está bien hecho, las “acciones malas” son también “feas”. Por esto lo feo se relaciona así con lo débil, lo mezquino, lo vil o lo perverso. Una fealdad “moral”, más allá del juicio estético es un juicio sobre el bien.

Volviendo a lo estético. Lo feo no es sólo algo “físico” sino principalmente “cultural”. La fealdad –como también la belleza- es un juicio de valor estético de las cosas y las personas según un modelo ideal que la gente tiene y con el que la gente lo compara. Pero ese modelo es cambiante, cambia con el tiempo; a lo largo de la historia y con las civilizaciones y culturas. Por esto lo que en una cultura o en un momento histórico es feo, en otro no lo es; incluso es bonito; y lo que era bonito antes, ahora puede ser feo o horrible. La fealdad depende incluso de la religión, la ideología, la clase social… y, por supuesto, “de la moda”.

Los filósofos no han dedicado mucho tiempo a pensar en la fealdad. Quizás Plotino o San Agustín, quizás Nietzsche; y en el siglo XX Sartre, Foucault, Adorno o Lyotard. En todo caso, y por supuesto, mucho menos tiempo que en la belleza. Pero la literatura y el arte sí que se han interesado por la fealdad. Los escritores, desde Homero y Aristófanes hasta Kafka o Camus han retratado lo feo. La lista de autores sería larga: Dante, Boccacio, Rabelais, Montaigne, Sade, Víctor Hugo, Dickens, Baudelaire, Zola, Poe… Todos estos y otros muchos han escrito sus poemas y relatos describiendo lugares y personajes llenos de fealdad. Y, por supuesto, los artistas también han sentido muchas veces la necesidad y la fascinación por la fealdad. El arte aborda la fealdad de los monstruos, el triunfo de la muerte, la brujería, el diablo y el infierno, los desastres de la guerra… Representando a los viejos, lisiados, enfermos; los pobres; “los malos”. Aquí también la lista ocuparía páginas. De artistas bien conocidos; y de muchos más anónimos. Unas veces ligada al dolor, como en el Laocoonte. Otras, al horror, como en “La cabeza de medusa” de Rubens o el Guernica de Picasso.

El arte, cuando presenta la fealdad de forma fiel y eficaz, “artística”, la redime. Porque la belleza está, no en el objeto representado, sino en la maestría o la “originalidad” de la obra artística. Es lo que decía Aristóteles en el párrafo que hemos transcrito al comienzo.

Sobre la fealdad nos parece importante destacar dos obras. La primera es una obra del siglo XIX, “Estética de lo feo”, de Karl Rosenkranz, un filosofo alemán del siglo XIX discípulo de Hegel. Fue seguidor del idealismo de su maestro aunque crítico por sus posiciones sobre la belleza en la historia del Espíritu. En su obra sobre la fealdad, editada de 1853, Rosenkranz se opone a la frivolidad del arte de su tiempo por su negación de lo bueno, lo verdadero y lo universal; aunque salva en su crítica a la caricatura como la mejor manera de sintetizar lo genérico y lo individual del hombre[3].

La segunda obra es reciente, de 2007, “Historia de la fealdad”, a cargo de Umberto Eco. Eco realiza un seguimiento histórico del pensamiento, de la literatura y del arte; desde lo feo desde la antigüedad clásica hasta las vanguardias y la situación de la pintura, la fotografía, el cine, la televisión o los videojuegos en la actualidad. En su recorrido Eco describe -transcribiendo textos e ilustrando el libro con numerosas imágenes- desde el dolor de Cristo y de los mártires cristianos hasta la fealdad industrial y comercial de nuestros días; pasando por las expresiones artísticas del manierismo, el barroco y romanticismo; lo sublime, lo grotesco, lo obsceno; lo siniestro, el sadismo; lo camp o lo kitsch…[4] Comentando a Adorno en su obra “Teoría estética” Eco se refiere al surrealismo y el expresionismo como significativo de nuestros tiempos. El arte –dice Adorno- “ha de apropiarse justamente de lo que es despreciado por feo, no para integrarlo, para mitigarlo (…) sino para denunciar en lo feo el mundo que lo crea y lo reproduce según su propia imagen. (…) El arte acusa al poder y da testimonio de lo que es apartado y rechazado por ese poder”. Y añade Eco: “Hoy en día todo el mundo (incluidos los burgueses que deberían estar asombrados  y escandalizados) reconoce la “belleza” (artística) de aquellas obras que habían horrorizado a la generación anterior. La fealdad vanguardista ha sido aceptada como nuevo modelo de belleza”.

Juan Goñi. Febrero 2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




[1] Sobre las categorías estéticas puede verse BOZAL, VALERIANO, “Historia de las ideas estéticas”, tomos I y II. Historia 16. Información e Historia, 1997 y 1998. Del mismo autor junto con otros, “Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas”, tomos I y II. La balsa de la medusa. 1996, tercera edición 2004.
Otra obra de interés sobre el tema es la de BODEI, REMO, “Le forme del bello”, Bolonia 1995. La edición en castellano es también de La balsa se medusa, Madrid 2008. Sus libros sobre “La filosofía y lo trágico” o “Paisajes sublimes” analiza estas categorías.
 
[3] ROSENKRANZ, KARL. “Aesthetik des Hässlichen” (“Estética de lo feo”). 1853. Edición reciente en Athenaica Ediciones. 2015.
 
Sobre la obra de Rosenkanz se ha publicado no hace mucho un libro de RODRÍGUEZ TOUS, JUAN ANTONIO. “Idea estética y negatividad sensible: la fealdad en la teoría estética de Kant a Rosenkranz”. Es de Editorial Viejo Topo-Montesinos 2002.
 
[4] ECO, HUMBERTO. “Storia della bruttezza” (“Historia de la fealdad”). 2007. Existen varias ediciones en castellano. Nosotros manejamos una reimpresión, la quinta, de la edición en DeBolsillo, de 2016.
 
La cita de Adorno se encuentra en ADORNO, TH. W. “Asthetiche theoria” (“Teoria Estética”). 1970. Edición en castellano es de Akal 2004.